Tercera Guerra Mundial

Alan Santacruz

La ambición del mundo occidental para hacerse con el control del centro de Eurasia explica la guerra entre Rusia y Ucrania.

Alan Santacruz

La Tercera Guerra Mundial lleva en marcha algunos años, pero -a diferencia de las dos guerras anteriores- no se ha tratado de un sólo conflicto unitario entre bloques globales, sino en el progresivo reacomodo y asentamiento en las fuerzas geopolíticas, para establecer un dominio duradero e indiscutible en la amplia zona de Eurasia, que actualmente se disputan la civilización occidental y lo que entendemos como la parte oriental del mundo.

Para empezar, el polvorín histórico de la llamada “tierra santa” desde la creación artificial del Estado de Israel en 1948 (con marcados intereses a favor de Estados Unidos), ahora con el genocidio contra palestinos en Gaza; luego, la creación por Estados Unidos del Ejército Talibán en 1995 y su posterior derrocamiento por Estados Unidos en 2001; también, la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, y la creación norteamericana del ejército del Kurdistán; y ahora, el actual conflicto con Irán, impulsado por Israel y apoyado por Estados Unidos. Paralelamente a esto, sigue la guerra ruso ucraniana.

La ambición del mundo occidental para hacerse con el control del centro de Eurasia explica la guerra entre Rusia y Ucrania. Esa ambición occidental es el común denominador con los distintos conflictos posteriores a la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, al inicio de la década de los 90: por ejemplo, la caída de Yugoslavia en 1991; o la forma en la que Estados Unidos impulsó a la OTAN para anexar a los países periféricos al oeste de Rusia.

Así, la Organización del Tratado del Atlántico Norte anexó en 1999 a la República Checa, Hungría y Polonia; en 2004 a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia; en 2009 a Albania y Croacia; en 2017 a Montenegro; en 2020 a Macedonia del Norte; en 2023 a Finlandia, en 2024 a Suecia; y ahora pretenden sumar a Ucrania, con el fin de cercar a Rusia.

Por eso, el papel que juegan China y la India es determinante para cifrar la orientación de los sucesos próximos que habrán de reconfigurar las relaciones globales de poder. Sin embargo, debemos partir de un principio básico: no hay guerra justa; ninguna guerra global busca la paz o el progreso. Las guerras buscan la dominación, la expoliación de territorios y recursos, y la ampliación de los procesos de colonialización.

Desde el inicio de las civilizaciones, los grupos sociales se han enfrentado a la necesidad de recursos que no tienen, pero que poseen otros grupos sociales, quienes necesitan recursos que otros tienen. Así, el comercio ha sido la forma civilizada para paliar este conflicto de necesidades: intercambiamos recursos que tenemos por otros que necesitamos. Cuando no funciona el comercio, la guerra es la forma no civilizada para ese intercambio: te someto para quitarte los recursos que necesito. Luego, hacemos la guerra para arreglar el comercio.

Así han transcurrido milenios. Y, aunque las guerras se nos hayan presentado como conflictos ideológicos, en esencia siempre han sido disputas económicas y de dominación política, que se han dado entre los distintos modos de entender la civilización. Por eso, como afirma el politólogo Samuel Huntington: «El choque entre las civilizaciones dominará la política a escala mundial; las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro». Pues bien, el futuro es hoy, y la Tercera Guerra Mundial -como el choque entre la depredadora la civilización occidental y el resto del mundo-, es el show que estamos viendo en primera fila.

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