Soberanía en negociación
La soberanía no se declama. Se construye, se ejerce y sólo entonces se celebra
Esta semana, México vivió otro capítulo de esa diplomacia de alta tensión que define la relación con Estados Unidos.
Tras una llamada entre la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump, ambos gobiernos anunciaron una prórroga para evitar nuevos aranceles. Esto se comunicó como un triunfo diplomático, y en buena medida lo es. Evitar un choque comercial con nuestro principal socio nunca es una tarea menor. Pero la política exterior no se lee solo en los comunicados, sino en lo que no se dice, en los silencios y en las concesiones que quedan fuera del micrófono.
México y Estados Unidos están atados por una interdependencia profunda. Esa realidad explica que incluso un gobierno como el de Trump, propenso a la presión y al castigo económico, haya terminado negociando.
Tampoco estamos ante una sumisión absoluta. Washington necesita México para comercio, migración ordenada, cadenas industriales y estabilidad regional. Y es justo reconocerlo.
En un contexto de presiones reales, Claudia Sheinbaum ha resistido sin incendiar la relación, preservando canales y ganando tiempo. Eso también se llama gobierno. Pero ganar tiempo no es ganar la batalla.
Esta semana quedó claro que la disputa no es solo comercial, es también de seguridad. Tras el ataque a una lancha en el Pacífico, presuntamente vinculada al narcotráfico, y donde podría haber incluso mexicanos, el gobierno de México exigió coordinación. Estados Unidos actuó primero y preguntó después.
La respuesta mexicana fue diplomática, pero dejó claro un punto. Cuando Washington ejecuta operaciones unilaterales cerca o dentro de nuestra jurisdicción, lo que está en juego no es solo cooperación, sino soberanía. Eso desnuda la realidad. Seguimos en una interdependencia simétrica.
Estados Unidos tiene más instrumentos de presión, aranceles, controles migratorios, regulaciones aeronáuticas, como la reciente suspensión de vuelos de aerolíneas mexicanas. Y además sabe usarlos.
Por eso, cuando celebramos como victoria lo que en esencia es una prórroga acondicionada, debemos tener cuidado. La ciudadanía mide la política por resultados, no por narrativa. La credibilidad gubernamental depende de sostener el discurso con capacidad real.
El mundo está cambiando, comercio, seguridad, tecnología e infraestructura estratégica ahora van juntas. Y ese nuevo tablero exige algo más que resistencia táctica. Requiere construir poder propio. Estado competente, política industrial, ciencia, tecnología, puertos fuertes, cielos abiertos, diplomacia profesional.
México evitó un choque frontal y ganó margen. Es mérito, sí, pero la pregunta que define el futuro es otra. ¿Aprovecharemos este tiempo para fortalecer capacidades o sólo administraremos la coyuntura hasta el próximo episodio? La soberanía no se declama. Se construye, se ejerce y sólo entonces se celebra.
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