Pobres pero felices

Dafne Viramontes

Resulta llamativo que México se ubique entre los países más felices del mundo, a pesar de no contar con los niveles de ingreso ni la calidad de vida que caracterizan a otras naciones

Dafne Viramontes

Hace unos días se publicó el Reporte Mundial de la Felicidad 2025 de la Universidad de Oxford, en él se evalúa qué tan felices son los países en comparación con otros, así como los principales factores que explican dicha percepción. Como ha sido habitual en ediciones anteriores, México ha obtenido una posición destacada en el ranking global, colocándose en la posición 10 de un total de 147 países evaluados.

Sin embargo, resulta llamativo que México se ubique entre los países más felices del mundo, a pesar de no contar con los niveles de ingreso ni la calidad de vida que caracterizan a otras naciones igualmente bien posicionadas en el ranking, como Finlandia, Dinamarca, Islandia o Suecia. Mientras que en estos países europeos el bienestar suele estar asociado con altos estándares de vida, en el caso mexicano parece estar sustentado en otros factores, más allá de lo económico.

Al parecer, la frase “pobres pero felices” podría resultar cierta para el caso mexicano. Porque, a pesar de no contar con las mejores condiciones económicas, seguimos posicionándonos entre los primeros lugares en percepción de felicidad. Cabe mencionar que esta situación no es exclusiva de México. Ya que otro país latinoamericano, Costa Rica, también logró posicionarse entre los primeros lugares del ranking. 

Sin embargo, la principal diferencia radica en que, mientras que en los países nórdicos la calidad de vida – entendida como acceso a servicios, infraestructura, ingreso, salud – es  un componente clave para evaluar la felicidad, en América Latina esto no ocurre en la misma medida. Factores como la familia, las relaciones de pareja y el sentido de comunidad podrían estar compensando, al menos en parte, las carencias materiales o las amplias brechas de desigualdad económica y social a la que aún nos enfrentamos.

De manera específica el estudio destaca que existe una fuerte relación entre el número de integrantes de un hogar y los niveles de felicidad tanto en México como en Europa. En términos generales, las personas que viven en hogares de 4 o 5 integrantes reportan los niveles de satisfacción más altos, mientras que las personas que viven solas o en hogares con más de 6 personas suelen tener niveles de satisfacción más bajos. 

Así es querida audiencia, si usted vive en un hogar de 4 o 5 personas, seguramente se encuentra dentro de las personas más felices del país. 

Dado lo anterior, el alto nivel de felicidad reportado por nuestro país no refleja necesariamente condiciones estructurales de menor desigualdad o bienestar económico. Más bien responde a la valoración de las relaciones familiares y lo que estas implican como lo es: pasar tiempo de calidad, dar muestras de afecto y apoyo en tiempo de incertidumbre. 

En ese sentido, la familia mexicana se ha convertido en un escudo protector contra la infelicidad, dejando de lado los importantes problemas estructurales a los que se enfrenta el país. No obstante, ¿no será que esta autocomplacencia nos está llevando a ser menos críticos frente a la situación económica del país? Porque, en ese cálido seno de felicidad que llamamos hogar, también se esconden profundos problemas estructurales como la desigualdad, las carencias y la violencia. Por ello, vale la pena preguntarnos si la felicidad que encontramos en el hogar no está, en el fondo, sirviendo como un velo que nos impide ver —y transformar— las injusticias que persisten más allá de sus paredes.

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