Perspectiva: Tan fácil caer

Enrique Gómez Orozco

En ese momento comprendí que me querían hackear

Enrique Gómez Orozco

Llaman al celular y dicen que hay un paquete de DHL y que si lo puedo recibir. Es común que los repartidores de Amazon pidan un número de seguridad para realizar entregas de valor. También es normal que pidan acceso en días feriados cuando las colonias no lo permiten. Pero nunca había recibido una llamada de DHL. El “repartidor” dijo que viera mi WhatsApp donde había un mensaje que debía leer al respecto. No lo había. Lo que sí aparecía era un código de verificación que se esfumó en poco tiempo.


A los 2 minutos llegó otro número y cometí el error de leerlo, pero no le funcionó.


El joven dijo que entonces viera mi correo electrónico para darle acceso a DHL. Había un correo, pero no era de DHL, era de Whatsapp. En ese momento comprendí que me querían hackear. Cuando quise iniciar sesión en la aplicación de Whatsapp de nueva cuenta, me pidió el pin de segunda verificación, un método de seguridad. Me habían hackeado unos instantes. Pronto llamó Alejandro, un familiar, y confirmó lo sucedido. Le habían dicho algo sobre un dinero, pero hasta ahí llegó. En cuanto retomé el Whatsapp y usé el código de 6 cifras, ya no pudieron entrar. El engaño fue incompleto o limitado. Tampoco perdí mi cuenta.


La sospecha vino de la presión: “¿Entonces no quieres el paquete?”, decía el joven. Al final dio un nombre, pero le sugerí que dejara el envío en la oficina de DHL; ahí lo recogería. Insistió en el correo y en el Whatsapp. Fue cuando comprendí que era bastante fácil que me tomaran el pelo, más de lo que había imaginado. Pensé en el tiempo y esfuerzo del hacker para obtener acceso a WhatsApp y comenzar su ruta de peticiones a mi nombre, o, peor aún, en el hurto de mis datos y conversaciones privadas.


Recordé que a varios miembros de mi familia los habían engañado, algunas veces con éxito porque proporcionaron información de sus cuentas cuando expertos se hacían pasar por funcionarios bancarios. Otras veces, sin siquiera saber de dónde venía el robo de datos, tuvieron que responder a amigos sobre presuntos préstamos que necesitaban. No conocemos la tasa de éxito de los hackers, pero deben ganar algo si son consistentes en sus llamadas. Van aprendiendo la psicología de la víctima; encuentran resquicios por donde colarse. Pero las víctimas también van aprendiendo. Ahora, pocos creen que un amigo les pida un depósito en una cuenta. El truco se desgastó.


Aunque uno no debe sentirse seguro con una doble verificación, alguien, en algún momento, podría soltar un PIN por el desconcierto y la presión que ejercen los hackers. Lo que aún no puedo saber es de dónde obtuvieron mi nombre y mi número de teléfono. Supongo que hay bases de datos que circulan en algún lugar oscuro de las redes sociales. Usamos tanto el WhatsApp que no es difícil obtener el santo y seña de cualquier persona. Grupos, familias, comités de colonos, vecinos, maestros y medios de comunicación usan nombres y números para entablar conversaciones. Todos tenemos varios grupos a los que pertenecemos en WhatsApp. La facilidad e inmediatez de la plataforma transformaron la telefonía mundial en Occidente. Además, es gratis.


La aplicación se usa más para llamadas “encriptadas” porque dan mayor confianza al usuario, aunque vemos que gobiernos espías compran programas como “Pegasus” para acceder a cualquier archivo.

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Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

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