Perspectiva: La guerra contra la inteligencia
El pleito es por la libertad de cátedra
Como buen autócrata, Donald Trump va con todo contra la Universidad de Harvard, la más antigua de Estados Unidos y la más prestigiada en Medicina, leyes y administración de empresas. El pleito es por la libertad de cátedra. Cuando muchas universidades sucumbieron a las amenazas de reducción de presupuesto, en Harvard resistieron un posible recorte de 2 mil millones. Luego demandaron al gobierno. Tienen los mejores abogados.
El segundo round se dio ayer, cuando Trump quiere prohíbir que Harvard reciba estudiantes del extranjero. De los 25 mil 200 alumnos, 6 mil 800 vienen de 170 países. El prestigio de la universidad es precisamente: ser universal. En principio será difícil que todo el poder del aprendiz de autócrata pueda lograr su cometido. Pero imaginemos que lo logra.
Harvard pierde un ingreso significativo: el promedio de la colegiatura anual es de unos 60 mil dólares por alumno. Es una universidad de élite, cara y difícil de ingresar. Con el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y otras instituciones como el Boston College, Boston University y Babson, forman un patrimonio educativo intelectual extraordinario. Cambridge y Boston viven, en buena parte, de sus centros de investigación y desarrollo en medicina, cómputo y farmacéutica, son motores de la economía de Massachusetts.
Si Harvard no se dobla, podría hacer algo inusitado: salir al mundo a educar. En Europa cualquier país aportaría espacio, inmuebles y vivienda para albergar “Harvard Europe”. Porque la universidad, que cuenta con 53 mil millones de dólares en reservas, puede encontrar múltiples mercados sin perder su esencia.
Muchos investigadores, maestros y estudiantes de posgrado saldrían de Estados Unidos. De hecho lo están haciendo frente al ataque de un presidente ignorante lleno de celos ante los más preparados. Nos hace recordar a Andrés Manuel López Obrador, quien criticaba a la UNAM, escuela que tuvo 14 años de paciencia para verlo terminar sus estudios. También insultaba a quienes salían al extranjero a estudiar porque “los enseñaban a robar”. Algo que no debió decir porque la presidenta Claudia Sheinbaum se doctoró en Berkeley.
El presupuesto de Harvard tiene mucho más que ver con la investigación, becas, salud pública, hospitales y muchos servicios académicos. Tan sólo en investigación gastan unos mil 500 millones de dólares, el 23% de su presupuesto anual. Pegarle a Harvard es una locura. El ciudadano norteamericano al tiempo se dará cuenta de todo el daño que está causando la administración Trump.
Al igual que los mexicanos del futuro entenderán que la destrucción del aeropuerto en Texcoco fue la mayor tontería en la historia de la construcción de infraestructura en el país.
Felipe González, el ex presidente español, califica a Trump de ignorante, tan gran ignorante que no se da cuenta de su ignorancia. Eso también nos hace recordar al presidente mexicano que decía defenderse de la pandemia con un “detente”, o que la gente podía abrazarse sin temor a contagio, o que el país se pacificaría con abrazos.
Para fortuna de Harvard, contar con el fondo más grande de inversión de cualquier universidad, incluso más grande que las reservas de muchos países, ayudará a enfrentar las locuras de la Casa Blanca.
Mientras eso sucede en EE.UU, en China las universidades y los centros de investigación tecnológica florecen como en ninguna otra parte. BYD tiene 110 mil ingenieros y Huawei 114 mil, entre ingenieros y personal de investigación y desarrollo. Sus campus son megauniversidades disfrazadas de fábricas. Adivine a quién pertenece el futuro.
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