Perspectiva: El arte del pleito
“Le quité el mandato de vehículos eléctricos que obligaba a todos a comprar autos eléctricos que nadie más quería (¡algo que él sabía desde hacía meses que iba a hacer!), y simplemente se volvió LOCO”. Donald Trump
El estilo peleonero, rijoso, infamante y lleno de contrincantes es el estilo del populista Donald Trump. Su libro “El arte del trato” describe la forma agresiva de hacer negocios. Algo que le funcionó, primero como empresario de bienes raíces, luego como actor en “The Apprentice” y al final como candidato presidencial.
En su primer periodo mostró algo de moderación pero en la segunda vuelta el hombre está desatado. Se peleó y ofendió a Canadá, abandonó a sus socios estratégicos de la OTAN; agredió a Dinamarca con la idea de quedarse con Groenlandia; peleó con Panamá al amenazar la “recuperación” de su canal; agredió a migrantes y a extranjeros. Con China ha tenido la última gran guerra comercial. Aunque dice tener admiración y respeto por nuestra Presidenta, Claudia Sheinbam, a México lo desprecia con el cambio de nombre de nuestro “Golfo de México” a “Golfo de América”.
Se peleó con la Universidad de Columbia, luego con Harvard, con quien tiene una lucha de máscara contra cabellera: le bloquea recursos por 2 mil millones de dólares y quiere tronarla eliminando a extranjeros de sus aulas. Se pelea con su “buddy” Elon Musk, quien tuvo la osadía de decir que su presupuesto era despreciable por el enorme déficit. Trump lo ataca, dice que está enojado porque no le convinieron las políticas de autos eléctricos y contratos con la NASA. Musk dice que sin él no hubiera ganado la elección. Los hombres más poderosos enloquecen, parece castigo de los dioses.
El mundo desprecia a Trump por su soberbia, narcisismo y las mentiras que todos los días salen de su boca o de su red social llamada “Truth”. El tipo pasa las madrugadas vertiendo bilis sobre cualquier tema pero sobre todo sus malvados aranceles que bloquean el crecimiento y la productividad de su país y de la humanidad.
El estadista tiene una visión amplia de la pluralidad donde todos los ciudadanos de bien caben en el proyecto nacional, sin mirar sus creencias o ideología. No hay que voltear muy lejos para conocer algunos ejemplos: Barack Obama y Bill Clinton; John F. Kennedy y Ronald Regan fueron líderes admirables. Ni qué decir de Franklin D. Roosevelt y Dwight Eisenhower. Compárese a esos presidentes con Trump. Hay un abismo.
Un presidente que no se sienta a dialogar con las minorías. Un mandatario que segrega a la oposición, la calumnia y minimiza, jamás será un hombre de Estado. Richard Nixon, quien era brillante en política exterior, que abrió China al mundo y terminó con la guerra de Vietnam, perdió la cabeza al extralimitar su poder. Eso mismo va a suceder con Trump.
El hombre que prometió terminar la guerra de Rusia contra Ucrania en un día, ahora espera las horas inquieto porque su colega Vladimir Putin puede detonar un infierno en Europa. El tirano tiene en su mano el botón nuclear y está muy molesto por el genial ataque de Ucrania a sus bases aéreas. El mundo vive días difíciles en el comercio, la amenaza de una guerra extendida y un enloquecido Putin. El pleito con Elon Musk puede salirse de cauce con las acusaciones viscerales de que Trump estuvo ligado a los escándalos de Jeffrey Epstein. Esto está al rojo vivo.
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