Perspectiva: Apple y China
“La dirección estaba fijada. Una vez que un proveedor cambiaba sus operaciones a China, forzaba a sus rivales a seguirlo”. Patrick McGee
El éxito de Apple no puede explicarse sin su base de producción en China. La empresa vale hoy 3.55 billones de dólares. Expertos creen que su valor podría quedar a la mitad si tuviera que producir fuera de China. Pero China solo puede explicar su vertiginoso crecimiento por la inversión de Apple y otras empresas occidentales en la transferencia de tecnología que ese país recibió y recibe de los productos manufacturados ahí.
En un libro reciente que narra el auge de Apple a partir del regreso de Steve Jobs a la dirección, el periodista del Financial Times, Patrick McGee, nos lleva de la mano por ese camino hacia la cima. Apple, al tiempo que invertía hasta 55 mil millones de dólares por año en el “outsourcing” con empresas como Foxconn, capacitaba a millones de chinos, no solo en el trabajo, sino en las posibilidades de copiar y luego desarrollar productos tan competitivos como los iPhones, iPads o Macs.
El poder de la creatividad y el genio de Steve Jobs para diseñar nuevos productos provenía de Cupertino, California; la capacidad de materializar esas ideas en líneas de producción eficientes y económicas lo aportó en buena medida el gobierno chino, que entrega tierra, equipo y subsidios a los fabricantes como Foxconn.
Lo podemos llamar la simbiosis más grande que se haya dado entre un país manufacturero y las ideas generadas en una empresa occidental. McGee pone en un libro la historia de transferencia de conocimiento y técnica desde Apple a China y la dependencia que hoy tiene Apple de sus proveedores chinos.
Donald Trump presiona a Tim Cook, el actual director ejecutivo de Apple, para que regrese la producción a Estados Unidos. Es algo imposible porque no hay la fuerza laboral, ni la estructura de costos, ni la logística para producir los millones de aparatos que se manufacturan en China o en India. Un iPhone sencillo costaría unos 60 mil pesos. Desacoplar los mercados es como tratar de separar a dos siameses, dice Elon Musk.
Lo que China logró es aprovechar toda esa base de conocimientos para, primero, imitar productos y luego desarrollar marcas propias como Huawei y Xiaomi. Lo vemos también con muchas marcas chinas no tan populares que venden celulares a precio de remate. Un taxista presumía su “King Kong 3”, un teléfono robusto, con parlante de alta capacidad que se vende en Mercado Libre por 3 mil 500 pesos.
El libro de McGee debe ser una lectura obligada para nuestros industriales, para todos los empresarios que quieren comprender lo que vino y lo que vendrá desde China. Por fortuna, el gobierno comprendió que no podía abandonar la industria del calzado e impuso barreras. Pero, ahora mismo, todas las cámaras industriales deben ver hacia el futuro.
Foxconn produce en México, aunque solamente 35 mil de sus 800 mil empleados son mexicanos. ¿Podremos pasar algún día a dejar de ser maquiladores y receptores de outsourcing de manufacturas a creadores de productos competitivos ideados aquí?¿Podemos imaginar una marca nacional de calzado deportivo que compita con los gigantes Nike, Adidas y On?
Leer “China y Apple” nos muestra el genio de Steve Jobs, la capacidad directiva de Tim Cook y la inteligencia del gobierno chino, que apoyó con toda la manufactura. Son lecciones.
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