Más allá de las urnas

Hilda Hermosillo Hernández

La conclusión de esta etapa no es un punto final, sino un punto de partida para lo que viene.

Hilda Hermosillo Hernández

Hace apenas unos días en México se inauguró una nueva etapa en la historia de nuestro sistema de justicia, después de uno de los capítulos más complejos y retadores: la renovación del Poder Judicial a través del voto ciudadano, por primera vez en nuestra historia contemporánea.

Nuestro país es hoy el único en el mundo que elige a personas ministras, magistradas y juezas mediante sufragio universal. Se trata de una reforma constitucional publicada en septiembre de 2024, que obligó a los estados a armonizar sus leyes locales. En el caso de Aguascalientes, el decreto se publicó en diciembre y el proceso electoral arrancó en enero.

La democracia, sabemos, no se agota en las urnas. Exige que la ciudadanía se mantenga atenta, informada y crítica frente a la labor de quienes resultan electos. Y aquí es donde la comunicación política juega un papel clave: la reforma limitó la propaganda  –las actividades tendentes a la obtención del voto– a medios impresos y redes sociales. Así, las campañas se trasladaron casi por completo al espacio digital, un terreno que representó un reto tanto para candidaturas como para el electorado.

Los datos del Sistema Conóceles lo confirman: de 102 candidaturas, 96 usaron Facebook, 88 Instagram, 50 TikTok y solo 18 optaron por X, antes Twitter. Muy pocas abrieron canales en YouTube o páginas web. Pero más allá de las cifras, la pregunta es: ¿esa información fue suficiente para que la ciudadanía conociera realmente a sus candidatas y candidatos?

Porque lo cierto es que la participación fue baja: con apenas 12.3% de quienes tenían derecho a votar. Y muchos señalan el desconocimiento como la principal causa: desconocimiento de los cargos, de las funciones y de las personas que competían. Más que un accidente, esto debe asumirse como un desafío en materia de educación cívica y democrática, que nos obliga a repensar cómo acercamos estos procesos a la gente.

Al final, una democracia sin participación se asfixia. Y la participación, si lo pensamos bien, es como la sangre que corre por el cuerpo democrático: oxigena instituciones, mantiene vivo el vínculo entre ciudadanía y gobierno, y da sentido a todo el esfuerzo electoral.

La conclusión de esta etapa no es un punto final, sino un punto de partida para lo que viene.

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

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