Las encuestas para evaluar al Estado

Otto Granados

El ejercicio de Acenta-Radio Grupo en su nueva encuesta, es particularmente relevante porque ya empezó la carrera contra el reloj

Otto Granados

En los últimos 10 o 15 años, la tendencia a levantar encuestas para evaluar el Estado de la opinión pública se ha intensificado, y más allá de su rigor o de su precisión pueden ser herramientas útiles para corregir o para mejorar aquellas áreas donde parece haber la mayor cantidad de problemas.

Ojo con que, no se trata de ver quién retrata mejor o quién baila más o quién es más entonado para cantar, sino cómo tomar las decisiones correctas y ejecutar las acciones más eficientes desde los gobiernos para mejorar la vida de las personas y las familias en los aspectos que más le importa. Esa es la obligación de los gobernantes, y para eso se les paga con los recursos del contribuyente.

En este sentido, el ejercicio de esta semana de Acenta-Radio Grupo en su nueva encuesta, es particularmente relevante porque ya empezó la carrera contra el reloj. El primer problema para los tres niveles de gobierno, el federal, el estatal y el municipal  -y cada vez más delicado- sigue siendo el de la seguridad.

Aquí, Sheinbaum y la Guardia Nacional, como en la escuela, salen reprobados con una calificación menor a cinco y el gobierno estatal pasa de panzazo para colocarse en un 6.5. La principal preocupación de los ciudadanos son los hechos, por ejemplo, en ciertas zonas de la ciudad como el agropecuario o la frecuencia de homicidios dolosos en varios municipios del estado. 

El segundo problema donde los tres niveles salen mal, es en materia de percepción de la corrupción. El 66% de las personas personas, según la encuesta de Asenta, observan hechos de corrupción en todos los gobiernos, un tema que se vuelve cada vez más evidente en la medida en que es más frecuente o más abierto y lo que será interesante saber en ejercicios próximos, es en dónde se presentan con mayor intensidad, si en las policías, en las compras que hace el sector público, en las mordidas que pidan para asignar obra pública o en el otorgamiento de permisos y licencias de todo tipo. Cualquiera que sea el caso, lo preocupante es que el nivel es muy alto. 

Un tercer grupo de respuestas más variadas están relacionadas con el transporte, los servicios públicos, la salud o la educación. En esto las calificaciones varían de poco más de cinco puntos y hasta 7.3. En cualquier caso, los resultados son mediocres.

Ahora bien, lo relevante para la ciudadanía no son en sí mismos estos números, sino lo que van a hacer las distintas autoridades para corregir los problemas y mejorar la gestión. Y aquí es en donde, en todas partes, la confusión ha crecido. Es decir, gobernar no es un concurso de popularidad, sino de proveer, de entregar soluciones y resultados concretos en aquellos aspectos donde las cosas andan regular, mal o muy mal.

Esto es algo en lo que los medios pueden hacer una contribución muy importante en tanto identifiquen y distingan lo que son acciones de los gobernantes para complacer a la galería, de lo que son políticas eficientes. Vean, por ejemplo, el escandaloso desastre que ha sido el gobernador de Nuevo León, de Movimiento Ciudadano, el de San Luis Potosí, que es del Partido Verde o el de Puebla, que es de Morena, que hicieron campaña a golpe de mariachi y sus gestiones han sido un rotundo fracaso.

Esa es la cuestión medular, calibrar muy bien quién tiene la preparación, la capacidad, la honestidad y la competencia para gobernar muy bien y solucionar problemas. Ahí está sin duda alguna la clave.

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