La solidaridad, un bien escaso

Hilda Hermosillo Hernández

“todo por servir se acaba” y hoy, es difícil entender el mundo fuera de esa lógica.

Hilda Hermosillo Hernández

El mundo está lleno de problemas. Pareciera que debemos seleccionar cuidadosamente aquel en que depositamos nuestra empatía: el medio ambiente, la violencia de género, la delincuencia organizada; como si la solidaridad fuera un bien escaso, que no debemos malgastar en causas fuera de nuestra incumbencia. El capitalismo nos ha dicho que cuando un recurso es limitado y la necesidad infinita, este debe racionarse.

El modelo económico que nos rige -en muchos sentidos- nos ha dicho que “todo por servir se acaba” y hoy, es difícil entender el mundo fuera de esa lógica. Como si las leyes del mercado explicaran la conciencia social, se cuestionan las manifestaciones a favor de Palestina habiendo preocupaciones de sobra en México, como si la solidaridad no alcanzara para las desapariciones, los feminicidios, el reclutamiento forzado y las víctimas del conflicto en Oriente Medio, al mismo tiempo.

Es cierto, el país tiene un vasto catálogo de heridas. Aun así, la empatía no reconoce fronteras: se extiende desde lo que duele a escasos kilómetros a la redonda y también hacia lo que ocurre más allá. El dolor se desborda hasta la Franja de Gaza, un territorio que agoniza entre bombas y hambre, sitiado por otro pueblo que decidió nombrar “guerra” a un genocidio, mientras las potencias mundiales observan en silencio. Las protestas se alzaron contra la intercepción israelí a la Flotilla Global Sumud -“perseverancia”, en árabe-, conformada por más de una cuarentena de barcos cargados con agua, alimentos, fórmula para bebés y medicinas, en el mayor intento desarmado por romper el cerco impuesto por Israel desde 2007.

Como si la historia repitiera sus ecos, esta semana, México conmemoró la masacre de Tlatelolco, un episodio en el que fuerzas militares y paramilitares abrieron fuego contra estudiantes en 1968. Desde entonces cada 2 de octubre la exigencia de justicia moviliza múltiples causas. Porque no existe un mercado de la tragedia y, definitivamente, la empatía, la solidaridad y la conciencia social no son objetos de consumo, no dependen de los medios de producción, no se desgastan con el tiempo y con el uso, ni son propiedad privada. Surgen de la capacidad colectiva de imaginarnos en el lugar de otras personas y accionar desde el reconocimiento de sus sentipensares, mientras se cuestionan las narrativas dominantes que perpetúan el desconocimiento a la dignidad humana, denominador común de conflictos en distintas latitudes. Esto es importante, para que el dolor de los otros -en México y en Gaza- no nos sea ajeno. Solo así recordaremos que la solidaridad no se agota: se multiplica cada vez que alguien decide sentir con la otredad.

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Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

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