Hombre proveedor y realidad económica
Esta carga cultural del hombre proveedor ha sido dañina a diferentes niveles
Dentro de la cultura tradicional en México, se ha asociado al hombre como el personaje encargado de proveer los recursos materiales para las necesidades básicas a la hora de formar un hogar o de emprender una familia.
Esta carga cultural del hombre proveedor ha sido dañina a diferentes niveles, ya que -en primer lugar- le impone al hombre la obligación moral de proveer a la mujer y a los hijos; y si no es así, la figura masculina pierde valor; en segundo lugar, pone a la mujer en una asimetría dentro de la relación, ya que ella queda supeditada económicamente al hombre; y, tercero, la realidad de la economía capitalista hace que para la mayoría de la población sea imposible cumplir este ideal, lo que genera angustia y frustración en los hombres que buscan encajar en el ideal del hombre proveedor.
En términos generales, para que cualquier persona hombre pueda ser proveedor, debe cubrir de forma autónoma el gasto necesario para sí mismo, para su pareja e hijos, en lo que respecta a: alimentación nutritiva y de calidad, acceso a la seguridad social, servicios básicos en la vivienda, servicios de salud, espacios dignos de vivienda, y educación. Sin embargo, el nivel de ingresos necesario para mantener un hogar en condiciones dignas, y para salir de la línea de pobreza, es superior al ingreso promedio de la mayoría de las personas hombres per cápita.
En números, de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el CONEVAL, el hogar promedio (de uno a cuatro integrantes) necesita entre 11 y 18 mil pesos mensuales para cubrir las necesidades básicas mencionadas, apenas por encima de la línea de pobreza. Sin embargo, de acuerdo a la distribución del ingreso per cápita en el país, esto queda lejos para muchas personas hombres que sufren la carga social y cultural de tener que ser proveedores autónomos.
El tema de las clases sociales y de la distribución de la riqueza es importante. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares -la ENIGH, 2024- sólo el 10% más rico capta más del 30% de los ingresos totales; mientras que el 50% más pobre solo obtiene el 23% de los ingresos. Esto significa que la mitad de la población está debajo o apenas sobre la línea de pobreza, mientras que apenas el 10% de los hombres con ingresos pueden embonar suficientemente en el rol del hombre proveedor.
Así, la construcción de la masculinidad tradicional es incompatible con la realidad económica actual. El rol del hombre proveedor es inalcanzable para la mayoría de los hombres en México; sin embargo, ya que tenemos tan arraigada esta cultura patriarcal, los hombres padecemos angustias y frustraciones que tienen su origen en el capitalismo, pero impactan en la construcción de nuestra identidad masculina.
Esto se revela cuando asumimos que un hogar necesita de, al menos, dos ingresos; pero, para ello, debe ocurrir un empoderamiento económico de la mujer. Este empoderamiento económico femenino es necesario, pero conflictivo para la masculinidad tradicional, ya que: por un lado, que la mujer genere ingresos la obliga a alejarse del pernicioso rol tradicional de ama de casa; y, por otro lado, la emancipa económicamente del hombre.
Por ello, debemos demoler el ideal de hombre proveedor, y comenzar a construir hogares en los que la equidad de género, y las relaciones simétricas pongan a hombres y mujeres en las mismas condiciones económicas; pero, para eso, tendríamos qué cuestionar de raíz la forma en la que hemos construido culturalmente la masculinidad. Nos daremos cuenta de que el ideal de “ser hombre” es algo que nos urge revisar.
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