¿Es Mersault un tipo infame?
Los interesados, deben recordar la historia: A Meursault se le muere la mamá y el asunto parece importarle dos rábanos
No es que sea uno de esos señores deterministas, pero yo creo que esto de escribir en condiciones atroces de clima no es del todo una actividad lúcida y que algunos de los frutos más alucinantes de lo que les dio por llamar “realismo mágico”, o los excesos barrocos de escritores como Lezama Lima, Carpentier, o el mismo Cabrera Infante, tienen que ver con los efectos que las temperaturas altas tienen sobre el cerebro de algunos autores; esto en el entendido de que García Márquez escribió’ Cien años’ en la Ciudad de México, que Cabrera escribió los ‘Tres tristes tigres’ en Londres y que Lezama se tardó en escribir ‘Paraíso’ algo así como 17 años.
Este breviario, tan inútil como involuntario, lo escribí pensando, que es mucho decir, cómo llegar al infame de Mersault, el protagonista de la siempre fundamental novela ‘El extranjero’, que básicamente trata de un señor que enloquece y mata a un árabe pendenciero.
Hace años que no la releo, pero la llevo grabada en los pliegues de mi cerebro, o en lo que queda de ellos por causa del bochorno de estos días; lo que queda intacto de mi memoria (que espero se recupere en mejores climas), me lleva al librito que anda por allí perdido en el laberinto de mi biblioteca, en esa versión de Anagrama, donde sale Mastroianni -a su vez intérprete del infame de este cuento, en la película homónima de Visconti.
No estoy para linduras, ni para abismos pero mucho se ha escrito de la figura de Mersault como la encarnación de la angustia existencial, del absurdo, de la insignificancia del individuo ante el peso de la sociedad, de su segura derrota ante el peso de una moral que no entiende, ante la falta de creencias a que aferrarse… etcétera y etcétera.
Pues será el sereno y las lumbreras que escriben esas cosas quizá –seguramente, la verdad– tengan toda la razón, pero como dijo un clásico del absurdo, yo tengo otros datos –por lo menos en este momento en que mi cabeza es como una olla en ebullición.
Para ir más lejos en mi aventurada tesis, suscribo esa lectura del Quijote que se atiene a la literalidad del hecho de que el hijo de Cervantes es un sujeto que quedó orate de tanto leer novelas de caballerías, lo que me lleva a atreverme a suponer que todo el comportamiento, al parecer irracional de Mersault, no tuvo otra causa que el calorón de las playas de Argel.
Los interesados, deben recordar la historia: A Meursault se le muere la mamá y el asunto parece importarle dos rábanos, más preocupado cómo está por la actitud arisca de su patrón y por regresarse del funeral a descansar y ver a su amigocha Marie Cardona –según yo un alter ego de Maria Casares, la guapísima gallega que tuvo sus asegunes con Camus, aunque esto ya se me está saliendo de madre.
Para no hacer el cuento largo Camus va a la playa, se enfrasca en una riña con unos árabes y acaba de una cuchillada con uno de ellos; es detenido, juzgado, condenado a muerte, todo lo cual le importa también una tuerca y dos tornillos.
Su apatía y desidia, que rechaza incluso la ayuda que le ofrece un gendarme colonial para librarlo de la guillotina… Por cierto, aunque usted no lo crea, la última ejecución por la piadosa guillotina se realizó en el ya tardío año de 1977, año de la abolición de la pena capital en Francia.
Bueno, al lío: Meursault rechaza la ayuda, el consuelo de un cura y parece esperar con absoluta indiferencia que se llegue la bendita hora para irse al Valle de la Muerte –porque, aquí el topicazo, se siente que es un extranjero en el mundo de los vivos.
Yo sostengo, en cambio, que lo que le pasaba a ese pobre hombre es que estaba atarantado hasta la neurastenia por el calor africano, como lo estoy yo, y que quedó loco irremediablemente por que se le fundieron las neuronas y los circuitos mentales. Por fortuna yo soy de naturaleza menos violenta y no tengo árabes con quien pelearme a mil kilómetros a la redonda (y si los tuviera tampoco me iba yo a meter en fandangos y milongas: soy un atolondrado de profundas inclinaciones pacifistas).
Yo me conformo con escribir estos desvaríos, que pueden ser criminales bajo la óptica de la buena literatura, pero no son materia del código penal. Por lo menos no hasta ahora.
Abur.
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