El Mito del Grito

Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Sin duda como mito fundacional, el Grito de Dolores sigue siendo atractivo.

Jesús Eduardo Martín Jáuregui

Los mitos necesitan  ritos y en la medida  en que los ritos se sigan  practicando  los mitos se conservan. El pensamiento mágico es un pensamiento que pervive.  El grito de independencia es un gran mito que sobre dimensiona un hecho que, cierto o no, es un símbolo fundacional. Es digno de celebrarse  el hecho de que el anciano de cincuenta y tantos años, por lo mismo no tan anciano, haya arengado  a un grupo de campesinos, mineros y obreros para acabar con la opresión, destruir la fuerza de la metrópoli y luchar por la libertad de la América  indiana. El Grito de Dolores prolongado por Porfirio Díaz hasta el 16, que era la fecha de su cumpleaños, sigue conmoviendo hasta el tuétano a los mexicanos que celebramos una independencia que nunca ha llegado. En un mundo cada vez más interrelacionado, la dependencia del exterior es también cada vez mayor. Sin ir más lejos, la economía de México se sustenta y se ha sostenido sin caer en la debacle, no obstante la caída del producto nacional bruto,  la disminución de la inversión  y el fracaso de las políticas públicas, gracias a las remesas de los nacionales que trabajan esforzadamente en Estados Unidos.  Remesas que, curiosamente el presidente López Obrador  presume como si fuera un logro de su gobierno.

Sin duda como mito fundacional, el Grito de Dolores sigue siendo atractivo, que mas da que el anciano no haya sido anciano, que haya cometido errores tácticos  gravísimos y que se haya empeñado en mantenerse al frente de las hordas independentistas en contra de la opinión y la presión de quienes tenían más idea de las circunstancias políticas y de las tácticas militares. No en balde el general Ignacio Allende se refería a Hidalgo como el “cura cabrón” al que le colgaban comportamientos  indignos de su estado religioso, quizás por ello la Jerarquía lo había relegado a un pueblo de poca monta.

Romeo Flores Caballero en su libro “La contrarrevolución de la independencia” publicado por el Colegio de México señala y lo prueba con abundancia de documentación, que el proceso de independencia se inició con la llegada de los Borbones a la corona de España, que se reflejó en la nueva España con el incremento de las alcabalas,  la reducción del papel de los alcaldes con la creación de las intendencias, la desamortización de bienes de la Iglesia, la expulsión de los jesuítas y en general una política  administrativa y fiscal que ahogaba al virreinato. Los datos  duros son implacables, los criollos, los peninsulares radicados en el virreino y los mestizos acomodados, fueron los principales promotores de la independencia.

Como quiera es un bonito rito y estaremos pendientes de las proclamas de López Obrador, que puede cambiar de opinión y erigirse como Su Alteza Serenísima del tercer imperio de México. 

Es todo por hoy. Hasta una próxima si la hay.

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