Dos Méxicos y una elección sin matices
Hallar la neutralidad es complejo pero necesario para evaluar los hechos.
Pareciera que la elección judicial del pasado domingo ocurrió en Méxicos distintos, debido a la ambivalencia en su relato. Si bien el acontecimiento fue el mismo en todo el país, la opinión pública se ha distribuído en polos opuestos: mientras uno la califica como una jornada ejemplar, para el otro extremo no es más que un proceso fallido. El antagonismo parece haberse instalado en la agenda.
Aunque la polarización se considera riesgosa cuando tira de la ciudadanía hacia sentidos contrarios, sostengo que dicha división es un rasgo indicativo de una democracia en donde hay suficiente pluralidad como consecuencia de la libertad de pensamiento, y no una sociedad monolítica moldeada por regímenes autoritarios. Es en este punto cuando el diálogo debe tender puentes sobre lo que parecieran diferencias irreconciliables. El desacuerdo, en política, es el motor de las democracias que son mecanismos legales e institucionales con los que se buscan consensos.
Desde su génesis política, durante su etapa legislativa y hasta su consumación, los cambios en el sistema de justicia cuya desembocadura fue la elección de personas ministras, magistradas y juzgadoras, se nos ha encerrado en discursos dicotómicos que a algunas personas nos quedan a deber.
Por ejemplo, descifrar la voluntad popular desde cualquiera de los polos, con explicaciones sesgadas y parciales, ha tenido como resultado la validación de un proceso electoral con menos del 13% de participación ciudadana, y en contraste, llegar hasta el absurdo de interpretar la participación electoral como legitimación a la reforma que dio origen y por ende, al abstencionismo como su rechazo, sin detenerse en las razones que motivaron este comportamiento: desmarcarse del partido que gobierna, rechazo a los cambios legales, desconocimiento de la función jurisdiccional o la ignorancia en sí misma de la celebración de comicios.
La opinión pública encuentra gran resonancia en su simplicidad y estridencia en los extremos de este péndulo político, pero olvidan los matices existentes en el trayecto. Hallar la neutralidad es complejo pero necesario para evaluar los hechos, entablar el diálogo y avanzar hacia la conciliación a través de los argumentos, pues la realidad no cabe en las dicotomías que se nos presentan.
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