Democracia más allá del voto
La democracia no termina cuando se cierran las urnas.
La democracia no termina cuando se cierran las urnas. Comienza, más bien, en la conciencia ciudadana de que los asuntos públicos también le pertenecen. Participar es ejercer el derecho —y la responsabilidad— de intervenir en las decisiones colectivas. Para ello existen los instrumentos de participación ciudadana: mecanismos que permiten a las personas incidir directamente en aquello que transforma su entorno.
Los mecanismos que contempla la Ley de Participación Ciudadana del Estado de Aguascalientes son ocho: el plebiscito, el referéndum, la iniciativa ciudadana, la consulta de revocación de mandato, el presupuesto participativo, el cabildo abierto, la consulta ciudadana y los comités ciudadanos.
En el ámbito federal, se prevé la consulta popular, que permite a la ciudadanía pronunciarse a favor o en contra de una o varias propuestas sobre temas de interés público, mientras que la revocación de mandato es el instrumento de participación que conduce a la conclusión anticipada del cargo de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza en la persona titular.
Más allá de los procedimientos formales, estos mecanismos representan la evolución del modelo democrático mexicano, que durante décadas se centró casi exclusivamente en la representación política. En este marco, los institutos electorales locales han desempeñado un papel fundamental al traducir las disposiciones legales en ejercicios concretos que fortalecen la voz ciudadana.
La participación ciudadana no solo complementa la representación, sino que la legitima y revitaliza. Experiencias como los presupuestos participativos en Ciudad de México, o las consultas vecinales implementadas en estados como Jalisco y Oaxaca, demuestran que, cuando la gente interviene directamente en la definición de prioridades públicas, se fortalece el sentido de pertenencia y corresponsabilidad social. En Aguascalientes, los comités ciudadanos y los cabildos abiertos constituyen espacios valiosos para que las y los habitantes dialoguen con las autoridades y expresen sus propuestas, preocupaciones y visiones del entorno común.
Sin embargo, para que estos mecanismos cumplan su propósito transformador, es indispensable impulsar una cultura cívica activa y sostenida. La participación no se decreta: se cultiva mediante la educación, la información y la confianza en las instituciones. El reto consiste en transitar de una ciudadanía expectante a una ciudadanía exigente y propositiva, consciente de que participar no es solo un derecho, sino también una forma de corresponsabilidad democrática.
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