El primer debate en 2024: la oportunidad perdida

Dorismilda Flores-Márquez

Hubo fallas técnicas, incapacidad de las candidatas y el candidato para responder, ataques y descalificaciones

Dorismilda Flores-Márquez

“Les voy a hacer una pregunta más precisa, a ver si tenemos una respuesta concreta”, dijo Denise Maerker en su papel como moderadora del primer debate presidencial del proceso electoral 2024, el domingo pasado, 7 de abril. Esa frase resume la amarga experiencia del debate, que veo como una oportunidad perdida. Hubo fallas técnicas, incapacidad de las candidatas y el candidato para responder de manera concreta a las preguntas, así como ataques y descalificaciones, pero no hubo muchos argumentos.

Los temas eran sumamente importantes para la vida nacional: educación, salud, transparencia y combate a la corrupción, no discriminación y grupos vulnerables, así como violencia contra las mujeres. En todos ellos hay asignaturas pendientes y todos ellos fueron abordados por encimita o por la tangente. Todo empezó con la primera pregunta, las personas candidatas se tomaron la libertad de usar parte del tiempo para responder presentándose; si bien en el formato se pudo haber contemplado unos minutos para eso y no se hizo, responder una pregunta específica con una presentación implica quitarle tiempo a la respuesta concreta y limitarse a decir algo muy general. Y así fue casi todo lo demás: la pregunta por la educación fue el pretexto para traer a cuenta el derrumbe del Colegio Rébsamen; la pregunta por los libros de texto, para traer el caso de ABC y, de nuevo, el Rébsamen; la pregunta por investigar o no a personas cercanas al presidente, para mencionar un listado de premios.

El formato, que ha recibido muchas críticas, no estaba tan mal en el plan; anunciaba dinamismo y fluidez frente a lo acartonados que han resultado muchas veces los debates. Sin embargo, terminó por volverse acartonado también porque las candidatas y el candidato no estaban realmente respondiendo a las preguntas, sino trayendo a la mesa otros asuntos que les interesaba posicionar para denostar a sus contrincantes. Había cosas muy ensayadas, como el uso de símbolos y de carteles, incluso algunas frases.

Por otro lado, en buena parte del debate se perdió la oportunidad de pensar en el país, ya que se concentraron en la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum mencionó sus logros, mientras que Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez señalaron los errores. Por momentos parecía que se trataba de un debate entre personas candidatas a jefas de Gobierno de la Ciudad de México. Si algo han hecho Claudia y Xóchitl es recorrer el país para celebrar mítines; en mayor o menor medida, conocen las problemáticas específicas de distintas regiones de México; pero ese conocimiento no estuvo del todo presente en sus participaciones en el debate.

Mención aparte merecen los gestos y movimientos. Claudia Sheinbaum no volteó a ver a sus contrincantes y tampoco les mencionó por su nombre, lo cual, ya de entrada, es demostrar que ni siquiera les considera interlocutores. Xóchitl Gálvez dio respuestas cortas y menos espontáneas que de costumbre, demostró enojo con los gestos y las palabras y apeló a las emociones. Jorge Álvarez Máynez mantuvo una extraña sonrisa, incluso en temas complicados. A juzgar por las interacciones, Claudia no contempla competidores al no verles, pero sí atacó a Xóchitl; esta última también atacó a Claudia; Máynez atacó a ambas, pero sobre todo a Xóchitl, lo cual tiene sentido porque parece apostarle al segundo lugar.

Como dije hace una semana, no considero que los debates deban tener ganadores, porque lo relevante debería ser la discusión. Si buscáramos ganadores, de todos modos, la tendríamos complicada, porque no hubo algo contundente que hubieran posicionado. Mucha gente comentaba que los debates de 2018 nos dejaron momentos memorables, como el del “mochamanos” y el “Ricky Riquín Canallín” y eso es triste, porque recordamos sólo la anécdota, no las propuestas.

Me voy a ir más atrás, a 1994 y el primer debate. Aquel año había nueve candidatos y participaron los tres punteros: Ernesto Zedillo por el PRI, Diego Fernández de Cevallos por el PAN y Cuauhtémoc Cárdenas por el PRD. Era un momento complicado, entre la crisis económica, el levantamiento de los zapatistas y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, quien fuera candidato a la presidencia. Aunque aquella vez también hubo descalificaciones, los candidatos de oposición realmente se posicionaron como tales. Parecía acartonado, porque en buena parte de los segmentos los candidatos leían sus intervenciones, pero en aquel debate había ideas y posiciones claras, tanto que todavía lo recuerdo. Yo ni siquiera tenía edad para votar, estaba en secundaria, pero recuerdo. 

En sentido estricto, ni ese ni otros debates han modificado radicalmente las preferencias electorales, pero son ejercicios necesarios en toda democracia que se precie de serlo. Por el bien del país, espero que los dos próximos debates sean mejores.

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión

Cargando Minuto a Minuto...
Cargando Otras noticias...